Ramón Lobo
¿Bombardeamos alfiles o caballos?
Domingo, 8 de septiembre del 2013Vamos a bombardear un tablero de ajedrez. Ignoramos las reglas del juego, sobre todo las invisibles. Aún no se ha decidido si el objetivo será un alfil o un caballo. Lo único claro que las blancas quieren evitar es que Bashar el Asad pierda la partida. Al menos de momento. No se fían de su adversario barbudo. Debajo del tablero hay un mar de petróleo, intereses, prejuicios y xenofobia. Más parece póker, o mus, donde gana el que exhibe mayor capacidad de farolear.
El régimen de Asad tiene el apoyo de Rusia e Irán, que le suministran armas, y de Hizbulá, el grupo armado chií libanés, que ha enviado combatientes. La decisión de Hizbulá de apoyar al alauí (secta chií) Asad frente a la insurgencia suní ha provocado el distanciamiento del partido-guerrilla libanés con los palestinos de Hamás, que también han perdido el favor de Irán. Algún grupo suní de El Líbano ha empezado a poner bombas en el barrio de Hizbulá en Beirut. El Líbano padeció una guerra civil entre 1975 y 1990. Las heridas siguen abiertas.
EEUU apoya a la insurgencia suní de Siria porque quiere debilitar a Irán y preparar el terreno para un ataque sobre sus instalaciones nucleares. El grupo más fuerte de esa insurgencia anti-Asad está vinculado a Al Qaeda. EEUU sostiene que Hizbulá y Hamás son terroristas. La insurgencia siria son luchadores por la libertad. Ya saben la frase atribuida a Cordell Hull sobre el primer Somoza: «Puede que sea un hijo de puta, pero es nuestro hijo de puta».
Las monarquías petroleras del golfo Pérsico ansían la caída de Asad. Arabia Saudí, Kuwait y Qatar, sobre todo el primero, temen a Irán; es su rival político y religioso. Riad y Qatar son los principales financiadores de la insurgencia suní en Siria sin importarles en exceso su radicalismo religioso.
Arabia Saudí exporta wahabismo, sobre todo en África. El wahabismo es una visión rigorista del islam. También fue la patria de Bin Laden y de 15 de los 19 terroristas del 11-S. En Arabia Saudí las mujeres no pueden conducir ni salir solas a la calle pero nos incomoda más el burka afgano. Arabia es amigo de Occidente: vende petróleo e invierte. EEUU lo considera el dique antiiraní. Washington y Riad creen que detrás de la primavera de Bahréin, brutalmente reprimida, está Teherán. La mayoría de la población de Bahréin es chií; también es la sede de la V Flota de EEUU.
Las monarquías del Golfo que lubrican la insurgencia suní en Siria apoyan a los golpistas en Egipto que derrocaron a Mohamed Mursi, presidente elegido en las urnas y miembro de los Hermanos Musulmanes. A EEUU y a la UE no les gustan los Hermanos Musulmanes egipcios, pero apoyan a los Hermanos Musulmanes de Siria que luchan contra Asad.
Los grupos sunís que Occidente apoya en Siria y El Líbano simpatizan con los palestinos de Hamás, más ahora que han puesto el bando religioso por delante de consideraciones políticas y militares. Los Hermanos egipcios que no gustan en Occidente también apoyan a Hamás. Este grupo impide el integrismo en Gaza. No tienen la simpatía de Al Qaeda; tampoco la de Israel y EEUU.
Turquía pertenece a la OTAN, ayuda a los rebeldes sirios pero aplasta con dureza en la calle su incipiente primavera democrática. Ninguno de los países que apoyan a los rebeldes sirios simpatiza con los rebeldes turcos, sobre todo si son kurdos. La guerrilla del PKK está en la lista de grupos terroristas de EEUU. Los mismos kurdos armados al otro lado de la frontera, en Irak, son buenos y aliados. Junto a los chiís e Irán fueron los principales beneficiarios de la invasión del 2003.
El embrollo sirio, que promete durar años hasta que surja un
Gobierno estable, garantiza a Israel la propiedad de los Altos del
Golán, ricos en agua, que fueron ocupados en 1967. El riesgo es que
finiquitado Asad haya un periodo de gran inestabilidad y
radicalismo. El Gobierno de Netanyahu
no se caracteriza por su visión a
largo plazo. La fuerza militar y el apoyo de EEUU le permite vivir en
el corto. Israel busca sobre todo debilitar a sus dos grandes
enemigos: Irán y Hizbulá.
También hay movimiento detrás de las bambalinas en EEUU. El rey
de Las Vegas y de la Comunidad de Madrid, el multimillonario Sheldon
Adelson, se ha convertido súbitamente al obamismo. Ha puesto a
trabajar los lobis judíos estadounidenses, a los que pertenece, para
lograr el apoyo del Congreso al plan presidencial de atacar Siria.
Adelson gastó 53 millones de su fortuna en apoyar a Mitt
Romney con el fin de expulsar a Obama de la Casa Blanca. Todo
cambia, menos la barbarie.
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