QUE HAGO YO AQUÍ

SIRIA- Diario de viaje

E-.SIRIA-APAMEA Y CIUDADES MUERTAS


VIERNES 5/10/2007:




He caído de la cama y me dirijo a mi encuentro con Valentín y el taxista completamente dormida, evidentemente no soy la única, mis compañeros y yo nos saludamos con un simple Good morning! e intercambio de nombres. Próxima parada Apamea; durante todo el camino Valentín y yo disimuladamente luchamos contra nuestras cabezadas…




La carretera recorre los valles del Orontes que se dirige hacia el noroeste a lo largo de 50km; al fondo, cada vez más definidas, culminan las montañas del litoral, son valles fértiles, llenos de olivos, higueras, cereales, campos de algodón, y algunas poblaciones que se adivinan prosperas; de vez en cuando algún que otro asentamiento beduino, con las ovejas apelotonadas en rediles hechos con palos…no quiero pensar en el destrozo si alguna noche se quebrara el improvisado corral.






El gran valle de Al- Ghab (donde se encontraba ubicada la ciudad de Apamea) aunque se adivina rico, pues sigue la misma tónica de cultivos que toda la zona, no es ni la sombra de lo que un día fue… Se dice que era tan verde y frondoso que aquí el faraón Tutmosis III cazaba elefantes, y que mil años más tarde Aníbal enseño a los sirios como usar estos paquidermos en la guerra, sin olvidar que la pedregosa Siria de hoy fue el gran granero de Roma. Luego llegaron las Cruzadas, las continuas invasiones y sus saqueos, y la topografía cambio… (que la historia cambia la geografía es un hecho, os remito a que leáis a Lefevre y su historia de Europa para tomar una mayor conciencia de ello). 
Bordeando la colina donde se encuentra el pueblo de Qala’at al –Mudiq llegamos a una explanada y paramos frente a una simple caseta. El taxista nos dice que hemos llegado a Apamea y que hay que bajarse y pagar, Valentín y yo nos miramos ¿Dónde está Apamea?, … parece ser que detrás del cerro. Quedamos con Ismail (el taxista) dentro de un par de horas al otro lado de las ruinas donde dice que hay una especie de cafetería.




Subiendo por la pequeña loma que delimita nuestra visión, nuestros pasos se dirigen hacia la nada… Pero cuando llegas a la cima la visión de Apamea te sacude, estamos justo en uno de los accesos de entrada del “cardo” (calle principal), el de Apamea concretamente de norte a sur mide dos kilómetros de largo, y a ambos lados de este una hilera de columnas de granito gris que lo bordean casi en su totalidad.
Después de cerrar la boca, cargados con nuestras cámaras al hombro, Valentín y yo nos despedimos: Nos vemos al otro lado!



Nadie a la vista, la Historia guardada en un acogedor silencio otra vez exclusivamente para mí: Fundada a principios del siglo III a.C por Seluco I, antiguo general de los ejércitos de Alejandro. Apamea fue un importante mercado y uno de los cuatro asentamientos clave del imperio seleucida. Conectada por carretera con el puerto de Laedocia (Lakatia), era célebre por sus caballos, que se alimentaban en los ricos pastos de Al- Ghab, según Estragón, el famoso historiador y geógrafo griego, la ciudad poseía unas 30.000 yeguas y 3.000 sementales, así como 500 elefantes de guerra.




La urbe fue conquistada por los romanos bajo el mandato del general Pompeyo en el año 64 a.C. y destruida por un terremoto en el año 115d.C. 
Pero después de su completa reconstrucción vivió un próspero y largo periodo de esplendor, con una población de más de 500.000 mil habitantes llego a ser tan relevante que recibió la visita de Marco Antonio y Cleopatra en su regreso de la campaña contra los armenios en el rio Éufrates.




La prosperidad prosiguió en época bizantina, pero la ciudad fue saqueada por los persas en el 540d.C. y de nuevo en el 612d.C. Sin tiempo para recuperarse un cuarto de siglo más tarde, en una Siria ya musulmana, comenzó su declive. Volvió a adquirir importancia durante las cruzadas, cuando el comandante normando Tancredo tomo posesión de la ciudad en 1106. No obstante, la ocupación duro poco y Nereudin la recupero 43 años mas tarde. Ocho años después la ciudad fue nuevamente arrasada por un terremoto. Aunque el lugar no fue abandonado del todo; una colina cercana que había servido de acrópolis bajo los seléucidas y romanos se convirtió en ciudadela durante los mamelucos. El pequeño pueblo fue creciendo (mientras Apamea se iba pelando) hasta convertirse en un concurrido punto de parada para los peregrinos en ruta hacia la Meca.






Acabo de dar un largo repaso a la historia sentada frente a unos restos de las antiguas cañerías de barro que dan cuenta del sofisticado sistema de servicios públicos y de abastecimiento del que disponía esta ciudad, y me pregunto ¿qué saltos cuantitativos y cualitativos hubiera dado la humanidad, si no nos hubiéramos empeñado casi siempre y a lo largo de los siglos en aniquilar, desmantelar y derribar lo de los otros?…Semos cojonudos!!!





Junto a la puerta de Antioquia salido de la nada aparece un niño de unos ocho años intentando venderme algo (las ruinas no están valladas y la gente del pueblo, pasea tranquilamente entre ellas) … No he querido comprarle nada pero le he regalado un estuche de rotuladores, tras proyectar una amplia sonrisa se ha ido corriendo; diez minutos más tarde y 300m mas al norte frente a lo poco que queda del antiguo templo de Zeus he escuchado llegar un ciclomotor, era el niño y su padre, después de bajarse del vehículo se han acercado a mí con una sonrisa en la boca y sin mediar palabra me ha regalado dos postales. Imposible no aceptarlas.




Las dos horas han pasado volando y hace tiempo que no veo a Valentín subido por alguna piedra, así que ya es hora de dirigirme a nuestro punto de encuentro, la jornada es larga y ya es hora de ponernos en marcha hacia Serjilla, una de las ciudades muertas (hay unos 600 yacimientos cristianos y bizantinos diseminados en el triangulo entre Alepo- Hama- Homs, que van desde simples monumentos a complejas poblaciones).




En el interior del taxi tan solo cruzamos un par de palabras “lujo” y “fantástico”, con eso ha bastado para que los tres rubricáramos un acuerdo tácito: el silencio es parte importantísima en esta excursión.



Nada más llegar a Serjilla, la primera en romperlo he sido yo; después de pagar la entrada al guarda que ronda por allí no han pasado ni cinco minutos cuando a aparecido un chaval de unos trece años, venia corriendo y cuando ha llegado a mi vera le faltaba el aliento, así que le he hecho sentar a mi lado y le he ofrecido un poco de agua (os recuerdo que ni niños ni adolescentes están obligados a guardar Ramadán). Una vez recuperado el resuello, me ha explicado que venía a ofrecerse como guía, que no quería cobrar nada, que lo que pretendía era practicar ingles…¿Y como te vas a negar a eso?, así que hemos comenzado nuestro periplo mientras a lo lejos, subido en unas piedras, Valentín me miraba algo sorprendido…



Dicen que Serjilla es una de las Ciudades muertas que tiene mayor numero de restos de edificios, está situada en un empinado paramo azotado por el viento y seguramente será eso lo que ha ayudado a que las fachadas de piedra estén limpias y la tierra de alrededor cubierta de un césped ralo sin apenas arbustos ni maleza…Ahmed, así se llama mi pequeño guía, me cuenta que la ciudad a permanecido desierta en los últimos quince siglos…




En el centro hay una plaza flanqueada por dos grandes edificios de dos plantas y una gran casa de baños públicos, que aunque bastante sobria no deja de ser un lujo y una rareza para la mentalidad de los cristianos de aquella época (de todos es sabido que tenían un marcado antagonismo a el aseo corporal). Junto a estos se encuentra el “andrón” (lugar de reunión de los hombres) y un poco más allá se ven los restos de una pequeña iglesia. Ahmed y yo nos dirigimos hacia lo que parece una pequeña calle, flanqueada por altos muros de piedra con puertas y ventanas finamente esculpidas, son antiguos restos de casas y villas; entramos con sumo cuidado a lo que parece una bodega donde se guardaba el vino y el aceite famosos en esta región…



Sentados junto a los restos de otro gran edificio, Ahmed, mucho más avispado y preparado de lo que yo me hubiera podido imaginar me habla de los “frany” (así llamaban a los cruzados por estas tierras) y de los “rum” (bizantinos) y de todas las barbaridades que hicieron por estas tierras, donde parece que todavía se guarda un cierto resquemor por todos aquellos siglos barbaros.




Me cuenta algo del terrible episodio de Maarat acontecido durante la primera cruzada, concretamente en 1098 y a muy pocos kilómetros de aquí, donde los cruzados se cebaron en sangre, y donde parece ser que mis antepasados europeos llegaron a practicar el canibalismo. Se de lo que habla porque yo también he leído “Las Cruzadas vistas por los Árabes” de Amin Maalouf (libro que os recomiendo ardorosamente)…



Ahmed me acompaña hasta el taxi, aunque no quería nada le he dado 50 libras sirias y me parece justo, creo yo que a un chavalito así con ganas e iniciativa hay que incentivarlo para que siga persiguiendo sus sueños (según me ha confesado quiere ser guía turístico, como su tío Mohamed). Y como no tenia mas rotuladores, pues esta mañana con los ojos pegados se me había olvidado recargar mi mochila, le he dado mis dos bolígrafos y mi libreta. Yo me he ganado una lección de historia, un rato muy ameno y dos sonoros besos.



En el taxi, Ismail me sonríe a través del retrovisor; en nuestro camino de vuelta paramos en algunas de esas 600 ruinas cristianas que andan dispersas. Algunas bastante curiosas, como la de nuestra parada final, el esqueleto de una antigua gran iglesia en lo alto de una pequeña meseta donde sus imponentes fachadas de piedra parecen impugnar al cielo…




Llegamos a Hama minutos antes de que caiga la tarde y comience la gran estampida, Ismail se despide hasta mañana a las 7’30h…




Valentín propone cenar juntos y yo acepto si de lo que se trata es de comer algo rápido a la vuelta de la esquina, yo estoy reventada y mañana tenemos planificada otra excursión.

“La iglesia medieval instituyo la peregrinación a pie como cura de la melancolía homicida. Todos necesitan del acicate de una busca para vivir; para el viajero ese acicate reside en cualquier sueño” B. CHATWIN

“A fin de cuentas, lo que podríamos llamar contagio de viaje existe, y es, en el fondo, una enfermedad incurable” R. Kapuscinki