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SIRIA- Diario de viaje

P-.SIRIA- ALEPO :San Simon y más...

                       


LUNES 15/10/2007: Mientras desayunamos en la terraza del Baron a primera hora de la mañana, Walid sigue intentando convencer a Andrew para que le alquile mañana el cadillac rojo de los años 60, con chofer incluido, para llevarlo hasta Biblos (Líbano). Mientras el uno, convencido de las ventajas de tan fantástico viaje, argumenta y replica y vuelve a argumentar sobre la ganga/oportunidad que está ofreciendo, el otro trata de explicar que no entiende el porqué tendría que optar ir hasta Biblos en un cadillac rojo en lugar de usar un transporte público....En toda esta conversación está reflejado uno de los grandes abismos que separan un mundo de otro; a los ojos del tercer mundo todos los europeos somos ricos, y nuestros viajes a sus territorios ya constituyen por sí mismos una excentricidad y un dispendio (con tan solo lo que cuesta el billete de avión para llegar hasta su tierra podría vivir durante un año una familia entera)…Así que es muy difícil explicar que nosotros los occidentales (salvo para una escasa minoría que no está en un mundo ni en otro) vivimos prisioneros de nuestras necesidades y que, la gran mayoría de nosotros, hacemos un gran esfuerzo en trabajo y tiempo para disponer de ellas…y aun así, lo mires por donde lo mires, siempre llevarán ellos la razón, al menos mientras siga habiendo los sempiternos abismos sociales y económicos entre países pobres y países ricos. Brechas que, sinceramente, apestan .


Por fin llega el taxi que conduce el hijo de Walid, Mohamed, y que nos llevará hasta Qala’ At Samaan (las ruinas de la antigua Basílica de San Simeón), Qatura y las ciudades muertas del sur… Andrew es del género reservado y con un escocés, tan cerrado, que hay que hacer mucho esfuerzo para entender sus escasas frases sueltas, por lo que el trayecto hasta nuestro primer destino transcurre en un casi absoluto silencio.



La derruida basílica de Qala’ at Samaan, se construyó sobre el 476 alrededor del pilar donde vivió San Simón. Bajo un concepto de diseño diferente de lo hasta entonces conocido, se levantaron cuatro basílicas en forma de cruz, cada una de ellas abierta a un patio central octogonal y cubierto por una cúpula donde se encontraba el famoso pilar. Una de las basílicas se usaba como lugar de culto, las otras tres para albergar a los numerosos peregrinos. Su construcción terminó sobre el 490, después de 14 largos años de arduo trabajo, y durante un breve periodo de la historia llegó a ser la iglesia más grande del mundo. Con la llegada de la dinastía fatimí en 1017 la gran basílica de San Simón dejo de ser un lugar sacro…, y lentamente, siglo tras siglo, fueron cayéndose las piedras de esta construcción caduca hasta convertirse en la bella ruina que es hoy.



La palabra San Simón me trae a la cabeza, como a muchas/os de vosotros, la delirante película de Luis Buñuel -“Simón del desierto”-, quien escoge a este “cenobita” para hacer una obra de arte tan genial y tan intensa que da varios pasos más allá de la evidente crítica a la religión católica …
                     


















No es de extrañar que Don Luis eligiera a un personaje con tanto juego, y es que la vida de este santo es en sí misma un desvarío. Su historia la cuenta Teodoreto (un monje coetáneo que luego fue Obispo de la ciudad de Ciro). Parece ser que al pastorcillo Simón, que nació sobre el 400 d.C. cerca de Tarso, le entro un ansia de fe desenfrenada en cuanto escuchó eso de "Dichosos serán los pobres, porque de ellos es el Reino de los cielos. Dichosos los puros de corazón porque ellos verán a Dios". Así que a los 15 años ingresó en un monasterio donde, para lograr dominar sus tentaciones (que debían de ser muchas), se ataba a la cintura un bejuco espinoso y no se lo quitaba ni de día ni de noche (hecho por el que se le considera el inventor del cilicio). Tan extrema obsesión por la penitencia alarmó al abad, quien le rogó que se fuera lo más lejos posible de su monasterio; Simón se fue junto a una vieja cisterna para hacer 40 días de ayuno que casi se le llevan por delante, pero a aquel eremita de vocación el cuerpo le pedía más penitencia, así que de la cisterna se fue a una cueva donde se hizo atar con una cadena de hierro que mandó soldar a una roca para no podérsela quitar… Desde allí, con tan solo su empecinada actitud de anacoreta, esgrimía su consigna: “para llegar a Dios hay que huir de la tentación”.


                                                                                                      
Al cabo de algún tiempo los ecos de su misantropía recorrían todo Oriente y hasta el confín de su cueva se personó el Obispo de Antioquía… Delante de todo el gentío congregado para la insólita ocasión de ver juntos a Santo y Obispo, el cárdeno representante de la Iglesia después de mirar de arriba-abajo al penitente Simón, en un arrebato de virtuosismo y equidad, con esa voz potente que suele aportar el peso de la “mitra”, le soltó, eso de: "A las fieras sí hay que atarlas con cadenas, pero al ser humano le basta su razón y la gracia de Dios para no excederse ni ir a donde no debe" y recogiendo sus morados ropajes se fue tan tranquilo…

Por su parte Simón, ni respondió ni se movió, eso sí, se quito las cadenas, y así paso algún tiempo… Pero parece ser que, agobiado de tanta visita fervorosa que no paraba de tocarle y arrancarle pedazos de sus vestiduras, decidió construir, no muy lejos de la cueva, una columna de 17 metros y vivir sobre ella, y allí, en una sempiterna insolación, pasó los últimos 37 años de su vida.

Si la historia es cierta (y no solo Teodoreto, sino muchos de sus contemporáneos la confirman), el tiempo no solo se ha encargado de llevarse por delante la Basílica que construyeron entorno a la pía columna, sino que esta misma ha reducido considerablemente su tamaño original hasta convertirse en un simple pedrusco…

                                                                                                            
Supongo que si Buñuel la hubiera visto, le hubiera decepcionado mucho, pues dicha columna tuvo mucho que ver en su decisión de hacer la película de “San Simón”, como él mismo confirmó en las declaraciones que hizo con posterioridad a su realización: “Yo pensaba en ello desde hacía tiempo, desde que Lorca me había hecho leer en la residencia La Leyenda Áurea. Se reía a carcajadas al leer que las deyecciones del anacoreta a lo largo de la columna semejaban la cera de una vela. En realidad, si como dicen se alimentaba de unas cuantas hojas de lechuga que le subían en un cesto, sus excrementos deberían de semejar, más bien, pequeñas cagarrutas de cabra”…



El sol comienza a apretar, así que decidimos volver a subir al taxi para bajar hasta el pueblecito de Deir Samaan : cuatro casas y unos cuantos corrales de piedra con un par de torres en ruinas un poco más a la derecha del poblado. Andrew se dirige hacia las torres…yo hacia los corrales; su curiosa estructura me recuerda a las casas colmena, pero ni un alma bípeda o cuadrúpeda en mi corto recorrido.




 















De vuelta al taxi, veo a lo lejos las torres semi-derruidas, y junto a ellas a Andrew rodeado de un grupo de chiquillos, visiblemente agobiado. Desde el polvoriento camino, y sin parar de andar hacia la carretera donde está aparcado el coche, comienzo a gritar y llamar con gestos a los niños para que vengan… 
Ellos corriendo y yo andando rapidito llegamos al mismo tiempo junto a Mohamed y su reluciente taxi (bueno, debido al polvo del camino ya no tan reluciente). Los chavales, que no son tan chicos como parecía desde lejos, piden lo que casi todo el mundo por estas latitudes “sura” (foto), así que ¿por qué no? “suras”, unas cuantas referencias al fútbol, y muchas risas; cuando Andrew llega, veo una chispa de gratitud en su mirada.

 


Por una carretera todavía asfaltada nos dirigimos hacia Qatura, un curioso lugar donde se encuentran varios sepulcros romanos tallados en las rocas, así como numerosas inscripciones en griego y latín. A partir de ahí Mohamed comienza a meternos por un laberinto de caminos de piedra y polvo para ver remotas torres y derruidas estructuras de iglesias. Durante los sacudidos trayectos Andrew y yo nos miramos preguntándonos si el taxi conseguirá salir indemne de semejante paliza. Pero ninguno abre la boquíta, porque más que las ruinas, que sin duda son un bello adorno añadido a esta alfombra de piedras y matorral, lo que verdaderamente nos fascina es esta luz que, empapada de un azul prepotente, todo lo envuelve.












Andrew fue el primero en hacer que dirigiera mi atención hacia el cielo, y desde entonces, con el mismo e insistente esfuerzo que el de un pintor que trata inútilmente de plasmar la etérea sublimidad del cielo, tratamos, Andrew y yo, de robar con nuestras cámaras un leve reflejo de esta líquida belleza… Pero hay otra sensación, una intuición, al menos en mí, detrás de toda esta belleza imposible de aprehender hay algo que no se definir, algo que se nos escapa, a mi cámara y a mí, pero que se esconde tras la esencia de esta luz pasmosamente vieja e intensa que taladra estas piedras ya devoradas, tras esas nubes obesas, tras este azul tan intenso …







Y de vuelta a Alepo, al Baron, a la insistencia de Wali con el Cadillac rojo, a una ducha rápida, una excelente cena con Andrew, que me ha invitado, en el Beit Wakil (considerado como uno de los mejores restaurantes de Alepo), a base de un amplio surtido de “mezze”, donde me cuenta algo de su aburrida vida en Londres y su reciente y fascinante viaje por Líbano, donde vuelve mañana. Adióses o hasta luegos, nunca se sabe…



Y ya sola, regresó al Baron a tomar un par de copas de “arac” con Walid, que se ríe abiertamente de su total fracaso en un bonito negocio que podría haber resuelto algunos de sus más urgentes problemas económicos, tales como arreglar las llantas de uno de sus tres taxis, comprar un par de piezas nuevas que le faltan a otro, pagar el último plazo del seguro medico, y quien sabe tal vez hubiera dado hasta para poner el diente de oro a su mujer... Me gusta Walid, su humor y su manera de capear la vida…

“La iglesia medieval instituyo la peregrinación a pie como cura de la melancolía homicida. Todos necesitan del acicate de una busca para vivir; para el viajero ese acicate reside en cualquier sueño” B. CHATWIN

“A fin de cuentas, lo que podríamos llamar contagio de viaje existe, y es, en el fondo, una enfermedad incurable” R. Kapuscinki