PALMIRA, DONDE EL VIAJE SE DETIENE
VIERNES 19/10/2007 :
Para un viajero/a es muy difícil encontrar un espacio-tiempo tan brujo, que por sí solo justifique y de sentido a “el viaje”, y no me refiero a este, sino a todos los ya habidos y a los futuros; quien viaja solo, y de repente encuentra ese lugar, ese momento mágico que lo seduce, que lo rinde ante el hecho de que la pasión por lo otro por lo diferente ha adquirido pleno sentido, sabe a lo que me refiero. Ese lugar y ese momento adquieren un valor de pertenencia, que quedara rubricado y guardado para siempre en el baúl de nuestros grandes y deliciosos recuerdos, dando sentido a nuestras solitarias correrías por el mundo.
Evidentemente no es el único , pero Palmira es uno de esos lugares…Y no lo digo por la cautivadora belleza de las ruinas, de lo que fue aquella gran metrópoli romana… cuyas piedras cambian de color acompañando el transcurrir del día.
Ni a la insondable majestad del desierto, con sus dunas en constante y casi imperceptible movimiento. Ni a sus sombras y luces que cambian de ángulo e intensidad acompañando también el trascurrir del día.
Ni a su latente palmeral, que se extiende 40km a lo largo y ancho de Tadmor (nombre original arameo que significa "ciudad de los árboles de dátil", Palmira proviene de su traducción al griego). Palmeral, oasis… sinónimo de frescor, de sabor a dátil, de verdor en medio de esa nada de un desierto que lo asedia.
Todo tuvo que ver con mi llegada, muy, muy diferente a la llegada de la excéntrica exploradora británica Lady Hester Stanhope en 1813. -" El jefe y 300 hombres armados salieron a recibirme, venían en espléndidos caballos, algunos venían prácticamente desnudos y otros con trajes de seda, dando gritos salvajes, cantando y bailando. Toda esta exhibición duró hasta que llegamos a un Arco del Triunfo en Palmira"-
Palmira a mí, me recibió en Baal Shamin Hotel, o mejor dicho en casa de Mohammed. Al llegar, pregunte si tenía habitación, Mohamed me dijo que sí, me invito a sentarme y me dijo que iba a preparar un té, a la segunda taza llegaron Janos, un fotógrafo profesional checo (trabajaba para una revista) y Caden un ingles (un mero curioso como yo)…a la quinta taza, pedí a Mohammed que me llevara la maleta a mi cuarto (que todavía no había visto) y me fui con Caden y Janos a tomar fotos de la puesta de sol…y de paso dar una ojeada a la vieja PALMIRA.
¿Cómo se sucede el tiempo en Palmira? Adaptándose al sol, claro.
Aquí el tiempo para mí, desapareció. Así que a veces me levantaba antes del amanecer, volvía a la cama para un segundo sueño y después bajaba a desayunar y a tomar tés con Mohammed, mientras escuchamos poemas con fondo musical de Nizar Qabbani en un viejo casete. Mohammed, me traducía los poemas, mientras trataba de hacerme captar la musicalidad de la fonética árabe; esto podía llevarnos horas.
Después solía perderme por las calles de Tadmor en busca de fotos, no tenía que buscar mucho, los niños me desbordaban enseguida (hay cientos de ellos)… - los turistas hemos logrado que en menos de 2 años Palmira haya pasado de ser una población de 6.000 habitantes a 50.000 y esto comienza a ser un casino- , estas eran mis reflexiones in situ (Octubre de 2007).
Otras veces arrastrada por Cosimo (el italiano), Petar (el búlgaro), Bjorn (el noruego) o Kate (la australiana), todos y cada uno de ellos lobos solitarios que la casualidad había reunido durante unos días, íbamos hasta un huerto, cerca de “efqa spring”, donde había una alberca en la que nos permitían bañarnos por un medico precio y nos suministraban té y dátiles a voluntad.
Después, nos íbamos a ver la puesta de sol cerca de las tumbas romanas, y volvíamos rebozados de arena para ir directo a nuestros respectivos cuartos, para tomar una ducha.
A continuación de la ducha y hasta la hora de la cena, partidita de backgamon con Mohammed (sagrada); después de la cena tertulia, regada con arak, a la que se sumaban Miyu y Natsuki (las japonesas), las veladas fueron cambiando de asistentes a medida que pasaban los días, yo deje pasar toda la semana. Me fui dos días antes de coger el avión de vuelta para España…Y me costó irme, me costó decir adiós a Mohammed, una persona con mayúsculas a la que ha sido un regalo y un honor conocer, también le costó a él. En el último momento decidimos intercambiar unos sencillos regalos, él me regalo las dos viejas tácitas donde solíamos tomar nuestras copas de “arak” y yo el fular que siempre llevaba puesto. Las dos tácitas hoy tienen un lugar visible en mi casa, junto a otras cosas importantes, cuando necesito una sonrisa me basta con mirar hacia uno de esos rincones.
(algunos de los dibujos de Mohammed, que tomaban forma durante aquellas fantásticas veladas)
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